UN FRÍO DÍA DE INVIERNO

Un frío día de invierno llegué hasta ella, me recibió en el umbral de su casa con una sonrisa leve, con la levedad de quien recibe al forastero. Sus ojos, sus manos y su pelo trasuntaban una vida de esfuerzo y desvelos. Era la misma doña Rosa Huentèn de la que tanto y tantos me habían hablado; partera, curandera, tejedora incansable. Me habló de lo humano y lo divino, de sus orígenes, de su vida en Contuy, de su niñez descalza, de sus diez hijos y de su irreductible inquietud por aprender cosas nuevas. 

Mi propósito original, el de entrevistarla para una suerte de “rescate de la memoria chilota”, fue desbordado por cada palabra, gesto, e inflexión de su voz. Su inconmensurable dimensión humana caló hasta lo más profundo de mi ser. Esa tarde, doña Rosa no paró de tejer y tejer. Quizás, pensé yo en ese momento, sus manos creadoras eran las que hilaban también sus ideas.     

Al despedirnos, se me acercó lentamente y esta vez, una sonrisa más bien indulgente se dibujó en su rostro. 

Nombre

Gilberto Cartes San Carlos

66 años

Lugar de residencia

Queilen