EL PURGATORIO ESTÁ EN CHAULINEC

Doña Arcelia Tacul siempre anda rezando, prende velas al Nazareno, hace promesas a San Antonio, cuelga escapularios en las ventanas, deja estampas de santos sobre el umbral de la puerta de entrada de su casa. Así ruega por el perdón de los pecados y el descanso de las almas de los parientes que naufragaron en el mar de las Guaitecas, y la de aquellos, que allá muy lejos, en la Patagonia, quedaron en los olvidos.

Habitaba una muy antigua casa, herencia de sus abuelos. No permitía que nadie hablara en voz alta, ni menos expresar a gritos la mala rabia porque asustan a las almas que hasta esa casa llegaron buscando ceremonias sagradas que pudieran sacarlas de los olvidos en los laberintos de un tiempo estéril. Eran parientes que desde muy antiguo se quedaron penando por este mundo.

Vivía doña Arcelia con el temor que la gente, que con ella habitaba en esa antigua casa, pudiera en un rato de mal humor dar fuertes portazos o cerrar de golpe las ventanas, maltratando las ánimas que sufren la penitencia de haber quedado en la frontera de este y el otro mundo porque nadie pronuncia su nombre.

Por causa del olvido están en todos los lugares, decía, y si por casualidad estuvieran descansando en las puertas o en las ventanas, se les puede hacer mucho daño.

Nombre

Claudio Mancilla Pérez

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Lugar de residencia

Castro, Chiloé