Siempre le contaba el cuento de “Pulgarcito” a mis alumnos rurales de cuando este diminuto niñito en sus andanzas tuvo que dormir en un galpón como el de la gráfica.
Así entonces las vacas que aun comían su ración de pasto se lo tragaron sin darse cuenta.. Al ver todo oscuro empezó a gritar: ¡Sáquenme de aquí! … y a los gritos, el dueño fue y al oír los lamentos de la vaca se asustó y gritaba: ¡una vaca que habla!. ¡una vaca que habla! La historia sigue cuando nuestro personaje sale libre y los campesinos sacrifican al animal. Como ejemplo del cuento usaba siempre como referente el galpón de la fotografía.
Carpinteros chilotes de lo esencial Las tejuelas las hacía un vecino de Coihuinco en la comuna de Castro y él las confeccionaba de avellano, sí, de avellano. Como sabemos las mayoría de las tejuelas son de alerce, pero aquí en este lugar, hasta la Escuela Rural de Coihuinco, colegio en que ejercí la docencia por muchos años , en su parte exterior estaba revestida de tejuelas de avellano. Este antiguo galpón muestra una arquitectura sencilla y práctica. Toda su estructura es de madera nativa y labrada a punta de hacha, el dueño era experto en tejuelas de avellano. El “Reino de la madera”, en toda su dimensión.
Los nuevos refugios de animales y ovejas de la Isla, están utilizando nuevos materiales más resistentes al clima riguroso.
Pienso y creo que este galpón representa en alguna medida a todos sus similares chilotes y son patrimonios del archipiélago y se niegan a morir y siguen prestando servicios.
Esta noble construcción me ayudó a narrar cuentos en una época en que los celulares y toda la tecnología actual no estaba al alcance de los niños.
César Gómez Antipani
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Castro, Chiloé