ANCESTROS DEL MAR: LA MARISCA

Cada verano, cuando las cocinas a leña, se disponen a descansar, el sol acaricia el rostro, surgen los olores a manzanas y ciruelas, las hortalizas verdean, se escucha la danza música del mar, junto a la luna en su apogeo, con las mareas más bajas y más altas. Es tiempo de recolectar, como quizá hicieron muchos de nuestros ancestros y que permanece en la cultura intrínseca del chilote. Ubicar la hora exacta esperando el amanecer o haciendo turno para el atardecer. Ese es uno de mis patrimonios, aprendido por mi abuela, seguido por las conversas de mis padres, el espíritu chilote, la intuición y los consejos de los vecinos del mar. Cada verano, me dispongo a llevar a los niños de mi familia a mariscar; cholgas, choritos, almejas, y si hay suerte, erizos y sacar pulpos, los piures son los que más gustan. También desenterrar o “desenarenar” navajuelas.

Recolectar, mariscar, se ha convertido en una tradición, los niños y los adultos algunos asombrados de lo generoso del mar, de esta cultura bordermarina, atenta a entregarnos y quitarnos según el devenir.

Durante el atardecer, allá en La Estancia, los niños nerviosos esperan que la marea esté lista para cosechar… el día anterior ya habían probado levantándose a las 6 AM, para esperar la marea. La suerte no los acompañó no era la hora… había que darle tiempo… los niños con las mejores “pintas”, se tiran al agua, los más pequeños se quedan en la orilla, reconociendo caracoles, pancoras, pipes.

Antes de terminar la marisca, un buen chapuzón…

Terminada la jornada, todos de vuelta, comer unos mariscos crudos y a preparar el fuego para un buen curanto al hoyo… No hay nada más delicioso que aquello recolectado con tanta expectación.

Nombre

Gladys Aguilar Sánchez

45

Lugar de residencia

Castro, Chiloé