LOS OBREROS DE BABEL

Mirado desde fuera parece que en su interior el aire se hace viejo, y un silencio de generaciones esconde el trabajo de los huilliches que murieron amontañándose en andamios, cuando la geometría que vino desde Europa transformó el árbol en la estructura de esta iglesia anclada en la planicie.

No fue el sacerdote quien niveló el terreno, antiguo rehue, tampoco un fraile con sus bueyes arrastró desde la playa piedras enormes. Ningún obispo cruzó el mar y caminó montañas buscando el lahuen, ni santo hubo que se perdió en las selvas, subió y bajó senderos escabrosos cargando un atado de tejuelas. Ningún ángel anduvo por turbales y quebradas arrastrando un tronco de ciprés que será columna sosteniendo el cielorraso. Ni hubo virgen que midiera las cuartas del ancho de la puerta, no fue inspiración divina el diseño de la ventana, ni milagro obtener el rectángulo áureo que es la fachada principal de la enorme iglesia.

Un bautismo se pagó con tejuelas de lahuen, la misa del casamiento costó trece tablones de mañío, una decena de cuartones de coigüe fue el funeral de algún anciano, el cielorraso se cubrió con oraciones hechas tablas de canelo en la misa de difuntos, el diezmo mensual fue cubriendo de lingue y tenío la pared, la torre se levantó con primeras comuniones.

En este edificio está la vida, la belleza que contiene no es la forma de su arquitectura; es el trabajo de decenas de familias, es el esfuerzo, el sacrificio de hombres y mujeres que con tablas y tejuelas, con sudor y viajes por mares tempestuosos, cargando vigas y tablones pagaron por entrar a los cielos ofrecidos.

En su interior el aire es silencio de generaciones para escuchar la vida. Ese fue el milagro.

Nombre

Luis Mancilla

62

Lugar de residencia

Castro, Chiloé