VIVIR Y MORIR EN CHILOÉ

Un día cualquiera se las enveló pa la Isla Grande. Dejó la gran ciudad para llenarse los ojos de humedad. Así fue como construyó su nueva vida. Hizo nuevos amigos que le enseñaron los secretos del Mar. Aprendió a querer la lluvia y a reconocer la importancia de la tierra. Un nuevo bestiario se presentó ante él y de la noche a la mañana pudúes, guiñas, comadrejas, bandurrias, zarapitos, congrios, corvinas y nalcas, entre muchos otros especímenes, pasaron a ser parte de su lenguaje habitual.

Han pasado los años, y si bien su piel se ha ido endureciendo, ahora su mirada es mucho más blanda, como si la vida en el archipiélago lo hubiera enternecido. Lejos quedó su cabellera larga de aquel joven impetuoso de los 90. En Paildad, a mi sexagenario amigo lo reconocen como uno más. 

Recuerdo que la última vez que le visité me comentó, no exento de emoción: “A mí me cambió la vida esta tierra y es en esta tierra donde quiero que me entierren, porque a ella pertenezco”. En ese momento comprendí que Gilberto había escogido este lugar y no otro para parirse a sí mismo.

Nombre

Simona Grunert Villegas

27 años

Lugar de residencia

Santiago