En la distancia comparto con mi familia a través de las videollamadas. La
escena es perfecta, observo la cocina a leña, la tetera hirviendo, la ropa
colgada alrededor del caño, el infaltable mate y mamá tejiendo a palillo.
Mi mamá me enseñó a tejer, es una genia con los palillos, nos regaló ese
saber hacer a mi hermana y a mí, la memoria textil es nuestro patrimonio,
somos tejedoras y somos su reflejo.
Me encuentro lejos del cobijo hogareño insular, al cual siempre anhelo
regresar, la pandemia me atrapó en otro lugar… estoy en este
confinamiento con mis tesoros chilotes que me acompañan en mi hogar,
detalles que son mágicos y perfectos me transportan de vez en cuando a la
isla.
Observo desde mi ventana solo un edificio enorme, plano y austero… desde
ahí acompaño los días con un matecito y mi tejido, eso hace que mis días en
el encierro pasen volando y al mismo tiempo en mis manos evoco la sabiduría
de mi madre.
El tejer me ampara en la incertidumbre actual, me hace recordar mi origen y
la herencia que hay detrás, me hace perderme en el presente, me hace
resistir.
Bianca Ojeda
Castro