Cuando fui a ver a mis amigos una tarde, encontré a la abuela Elisa sentada en la entrada principal de la casa, la que tiene vista al mar, que no se usa nunca, o sólo para las ocasiones importantes. La abuela estaba disfrutando del tibio solcito de la tarde, tejiendo un canasto de fibras plásticas, de esas que se encuentran muy seguido en las playas chilotas, desechos de las empresas salmoneras que colonizan las aguas frente a las islas. La abuela estaba alternando diferentes colores para que su canastito quedara con un diseño original. “Que hermoso canasto, abuela!” le dije, entusiasmada por esa creatividad tan linda y tan modesta, que ningún otro espectador parecía apreciar. “Te gusta? Entonces será tuyo!” me contestó ella.
Giovanna Bacchiddu
51 años
Santiago